No hay oficio ni artesanía vinculados de manera secular a la ciudad de Toledo como el damasquinado. Si no hace muchos años escuchábamos el tintineo de las macetas por casi todos los rincones de la urbe, y tanto propios como extraños nos acercábamos a contemplar este bello arte que consigue de unas expertas manos que el frío acero brille como el sol por el oro que lo redime, en la actualidad ese precioso son se ha tornado mudo con alguna solitaria excepción. Por ello, era de obligado cumplimiento crear una fundación para que defienda, proteja y forme a futuros damasquinadores, de modo que este bello y genuino arte toledano conocido en todo el orbe no se pierda, porque se encuentra desgraciadamente en serio riesgo de extinción.
La Fundación Damasquinado de Toledo ha nacido para eso, y en su corta existencia ya ha realizado diferentes actividades de investigación y formación y, además, ha solicitado a la Consejería de Educación, Cultura y Deportes de Castilla La Mancha la denominación de Bien de Interés Cultural para el damasquinado toledano, pero sabe que para llevar a buen puerto sus objetivos necesita del apoyo de las instituciones públicas de la ciudad, de la provincia y de la región, y en este magno empeño se encuentra actualmente.
La Fundación Damasquinado de Toledo necesita también de la aquiescencia y del empuje de todo el sector, sin excepciones. Si todos estamos de acuerdo en que el damasquinado es un arte y un oficio inherentes a nuestra ciudad que merecen ser mantenidos, y que por ende es una de nuestras señas de identidad que debemos proteger para que no desaparezca, aún estamos a tiempo de conseguirlo.
Todas las manos son pocas para sostener esta magna artesanía toledana que es nuestro damasquinado.