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AMABLE RODRIGUEZ

¿Nos podrías hacer un breve resumen de tu trayectoria como profesional del damasquinado?

En 1964, con doce años de edad, ingreso como aprendiz en el taller que unos damasquinadores toledanos montaron en Illescas. Poco después, a los catorce años, me independizo de este taller comenzando mi actividad por cuenta propia. Así pues, en 1969 fundo mi propio taller en la misma localidad, en el que tengo un significativo grupo de damasquinadores a mi cargo. En adelante, y a lo largo de estos casi sesenta años, me he dedicado a este oficio de damasquinar.

En 1980, participo con stand propio en la primera Feria de Artesanía de Toledo, y en 1981 en la primera edición de FARCAMA, que se celebró en el Hospital de Tavera.

Dentro del eclecticismo de mi trabajo tengo predilección por el árabe, aunque pueden encontrarse obras de todos los estilos.

A día de hoy, y agradecido por la concesión del título de maestro artesano por la Junta de Castilla-La Mancha, continúo mi labor de damasquinador transmitiendo mis conocimientos de este arte a algún aprendiz en mi taller.

¿Quién o qué influyó en tu decisión de dedicarte a esta profesión?

No podemos hablar exactamente de influencias. Siendo niño, mi madre, que observó mis aptitudes para el dibujo, me llevó a dicho taller de damasquinado en Illescas pensando que aquello podría gustarme. Acertó, y allí me quedé aprendiendo el oficio mientras compaginaba mis estudios primarios en clases nocturnas. Desde este momento, el damasquinado ha sido mi actividad durante toda mi vida.

¿A qué maestro o centro acudiste en tus comienzos para empezar a formarte como artesano damasquinador?

En este taller había un damasquinador toledano que fue quien me enseñó los primeros pasos. Desafortunadamente, al poco tiempo, esta persona abandonó el taller y, sin ningún otro maestro, continué desarrollando por mi cuenta los conocimientos que a este hombre le dio tiempo a transmitirme.

¿Qué echaste más en falta en los inicios de tu formación?

En mi caso, al estar fuera de la ciudad Toledo y teniendo en cuenta la edad que tenía cuando comencé, estaba totalmente al margen del ambiente del gremio. No conocía a ningún damasquinador y posiblemente echaría en falta a alguien que me orientara en cómo hacer las cosas. Sin duda, aquella circunstancia pudo influir en mi estilo de damasquinar: ecléctico y casi autodidacta.

Una vez finalizada tu formación inicial, ¿encontraste facilidades para incorporarte profesionalmente, de forma remunerada, en el sector?

Si tenemos en cuenta la edad que tenía cuando monté mi taller, no fue nada fácil hacerme un hueco en el comercio toledano. Lo hice como pude y con muchas dificultades, debido a la cantidad de damasquinadores que había en aquella época. Y como entrar en las tiendas de Toledo resultaba muy difícil, busqué ampliar el mercado fuera de la ciudad. Por lo tanto, facilidades ninguna y dificultades todas.

¿A qué atribuyes la falta actual de vocación de los jóvenes hacia la práctica del damasquinado?

Creo que la falta de talleres en los que los jóvenes puedan entrar como aprendices e ir conociendo y formándose en el oficio, ha ido produciendo un desconocimiento del mismo y, por tanto, un desinterés entre la juventud. Lo que no se conoce no puede causar interés.

¿Qué consideras debería hacerse para estimular el interés de las nuevas generaciones hacia el damasquinado?

Es complicado, pues algo tan difícil de aprender, sin talleres donde hacerlo y con tan pocas perspectivas económicas, no parece lo más interesante para que la gente joven quiera dedicarse a ello. En mi opinión, y sin querer ser demasiado pesimista, sin buenos damasquinadores que estén dispuestos a acoger en su taller un aprendiz para enseñarle el oficio (y digo ‘enseñar el oficio’ y no ‘pegar oro’) el futuro del damasquinado no parece muy halagüeño.

Las escuelas taller son una buena idea, pero no creo que sean la mejor solución. Porque, ¿qué pueden hacer los alumnos una vez hayan terminado el curso, por muy buena formación que hayan recibido? Suponiendo que quieran dedicarse al oficio, sin talleres en los que poder colocarse, la única opción que tendrán será ponerse a trabajar por su cuenta. En el mejor de los casos se darán de alta como autónomos y esto podría producir el efecto contrario a lo que estamos buscando, pues pondríamos en la calle a unos damasquinadores que tendrían muchas dificultades para vender sus artículos y podrían complicar aún más el escaso mercado que tenemos. Esto podría llevarlos a desistir y abandonar el oficio por las dificultades con que se encontrarían. Así pues, desde mi punto de vista, insisto en que lo idóneo sería que los damasquinadores actuales pudiesen acoger aprendices en su taller de modo subvencionado y que, una vez aprendido el oficio, pudiesen sumarse al mercado paulatinamente y no por grupos a la finalización de un curso.

¿Cómo ves la evolución habida en los estilos tradicionales utilizados en el damasquinado de los diferentes objetos que se producen en la actualidad?

Para mí, todo lo que sea evolucionar me parece bien y es necesario, pues hay que ir con los tiempos. Además, en este campo de las nuevas técnicas y estilos, tenemos ejemplos de buenos damasquinadores que están produciendo piezas interesantes y muy buenas. Pero creo que hay que hacerlo sin abandonar la esencia de los estilos tradicionales, pues no podemos olvidar que, mientras no tengamos otros mercados donde poder comercializar nuevos productos con nuevos estilos, los puntos de venta para el damasquinado artesanal en su mayoría están en Toledo. Básicamente, nuestros productos se venden en las tiendas turísticas y los comerciantes de este gremio no son muy proclives a comprar artículos muy novedosos, que se alejen demasiado de las piezas tradicionales. Para poder vender nuevos productos hay que tener nuevos mercados. Es mi opinión.

¿Consideras que hoy en día las piezas damasquinadas gozan del interés y deseo de posesión del comprador español? ¿Y del turismo extranjero?

Sí, indudablemente, pero creo que no lo suficiente como para poder sobrevivir con su consumo. Haría falta una labor de promoción y conocimiento del producto larga y exhaustiva. Esta es una labor que los artesanos solos no podemos hacer, entre otras cosas, por motivos económicos. ¿Quién debería hacerlo entonces? Indudablemente es necesaria la ayuda de los organismos correspondientes, y que estén interesados por motivos culturales y económicos en que esta rica artesanía, la cual yo considero un oficio artístico más que artesano, no desaparezca. En cuanto al turismo extranjero, debemos tener en cuenta que es nuestra mayor fuente de ingresos y, por tanto, habría que aplicar una política de promoción similar a escala internacional.

¿Qué crees que se debería hacer para conseguir una mayor difusión y deseabilidad de piezas damasquinadas para el comprador español? ¿Y en el dirigido al turismo?

Como decía antes, promoción y conocimiento del producto. ¿Cómo hacerlo? Con demostraciones ante el público con artesanos, asistencia a ferias nacionales e internacionales, publicidad, cartelería, … Me parece increíble que no haya en Toledo una sola valla publicitaria sobre el damasquinado que informe y anime a su compra. ¿Quién debería hacerlo? En este caso creo que le correspondería al Ayuntamiento, en colaboración con los damasquinadores y con la Asociación de Comerciantes, en lo que respecta al turismo que visita la ciudad. Estaría bien, por poner un ejemplo, una valla publicitaria a la entrada de Toledo en que ponga “Ciudad del damasquinado”.

Tradicionalmente, aparte de las distintas piezas decorativas utilizadas en los hogares: platos, cofres, ánforas, relojes…; se utilizaban para uso personal: pitilleras, bastones, pendientes, colgantes, sortijas, pulseras… ¿Qué tipo de objetos damasquinados consideras que podrían hoy formar parte de una oferta de interés en el mercado en general?

Creo que, sin abandonar la línea de los productos habituales, por ejemplo, una vía a explorar y ampliar podría ser la relacionada con artículos de decoración, buscando y seleccionando productos a los que podría adaptarse el damasquinado técnica y económicamente: cuadros de nuevos estilos, aplicaciones en mobiliario, pies de lámpara de sobremesa… Estos artículos podrían comercializarse en tiendas de decoración de cierto nivel económico, teniendo en cuenta el valor de las piezas damasquinadas.

Finalmente, la Fundación Damasquinado de Toledo, de la que formas parte como patrono, ha conseguido que la JCCM inicie los trámites para otorgar al damasquinado de Toledo la protección de “Bien de Interés Cultural” BIC, ¿qué consideras cabría esperar de las distintas administraciones públicas, municipal, territorial y comunitaria, para que apoyaran su lanzamiento a nivel internacional?

Lo primero que tiene que suceder es que estas administraciones públicas sepan y estén convencidas del valor artístico que tiene el damasquinado. Una vez esto sea así, creo que su labor debería ser la promoción institucional a nivel internacional para darlo a conocer en nuevos mercados.

Estoy convencido de que el BIC lo van a conceder porque el damasquinado lo merece y porque los que estáis gestionando este asunto lo estáis haciendo muy bien y os estoy agradecido por ello.