Placa damasquinada de la Casa Loyola y Aguado
Existieron grandes damasquinadores toledanos, hoy completamente olvidados, que se establecieron en Madrid en los últimos años del siglo XIX, como Carlos Muñoz y Merchán, antiguo artífice de la Fábrica de Armas de Toledo, o Alejo Sánchez Díaz, quien obtuvo medalla de oro en la Exposición Universal de París de 1889.
Quizás se debe a la mano de uno de estos grandes artistas, o tal vez de otro damasquinador anónimo, la maravillosa placa que el agradecido Cuerpo de carteros y telegrafistas dedicó en 1892 al recién nombrado director general de Aduanas, Correos y Telégrafos, el político conservador Federico Arrazola y Guerrero (Madrid, 1846-1913), con la esperanza de que regenere “una red que agoniza” (véase la nota de agradecimiento y esperanza del editorial de El Telégrafo español, 10-8-1892). El encargo fue encomendado a la Casa Loyola, sita en el número 39 de la Carrera de San Jerónimo, en el local en que estuvo el estudio fotográfico de Laurent. El establecimiento se anuncia en francés como la “Premiére maison fundée à Madrid d’incrustations d’or sur acier de Eibar et Toledo”. Proveedora de la Casa Real, se distinguió por la calidad de sus productos. La placa que ahora presentamos está exquisitamente damasquinada y cincelada. Al habitual repertorio decorativo de grutescos renacentistas, entre columnas clásicas y cenefas de bichas y hojas de parra, presenta como motivos novedosos algunos emblemas de la modernidad, como el tren y el barco de vapor, sin olvidarse de las estampillas que dan valor oficial a las cartas que, ya sea por tierra o por mar, llegan hasta los últimos rincones de la geografía española, incluidas las colonias, como indica el sello postal de la Isla de Cuba con la efigie de Alfonso XIII niño. Destaquemos el extraordinario damasquinado en relieve de estos sellos, y la calidad del copete segueteado con el escudo real. En algún momento Loyola se asoció con Aguado, pues la placa, fechada en 1892, está firmada con hilo de oro “Loyola y Aguado. MADRID”.