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Críspulo Avecilla

CRÍSPULO AVECILLA

Críspulo Avecilla fue uno de los mejores cinceladores y damasquinadores que ha dado Toledo; desgraciadamente, su nombre está hoy casi olvidado. Avecilla nació en Toledo en 1828. Sabemos que vivió en la calle Horno de los Bizcochos, 10, y que contrajo matrimonio con doña Carolina Gallego y Hoyos, quien le daría dos hijas, Josefa y Carmen. Fue alumno (y a partir de 1850 profesor ayudante) de la Academia de Nobles Artes de Santa Isabel, creada en 1817 con sede en el palacio de la marquesa de Malpica, una institución que apenas tuvo medio siglo de existencia y en la que se formaron algunos de los toledanos más ilustres de la época. Íngresó muy joven en la Fábrica de Armas por oposición el 17 de mayo de 1842; como oficial del maestro grabador Felipe Gálvez acompañó a este a Madrid, donde estudiaría las guarniciones milanesas de la Real Armería.

Cincelador, damasquinador, pintor y dibujante extraordinario, en 1858 le fue concedida una mención honorífica en la Exposición Nacional de Bellas Artes por “un sable cincelado y grabado en la fábrica de armas de Toledo”[1]; mención que revalidará cuatro años después por una daga grabada y damasquinada. En 1867 sucedió a Gálvez en el puesto de maestro del taller de grabado, y tenemos noticia de que desarrolló un procedimiento sencillo y eficaz de grabado y de dorado. En 1868 obtuvo un importante galardón en la Exposición Universal de Viena, y ese mismo año el Reino de Italia le agradeció con una medalla el cuchillo de monte que había realizado para el rey Víctor Manuel.

Se conserva en el Archivo Municipal Toledo un Álbum con las tablas para la fabricación de los modelos de armas blancas que da una idea bastante exacta de la excelencia que Avecilla podía alcanzar como dibujante. También puede verse en dicho Archivo otro álbum de nuestro artista con escudos de ciudades españolas, junto con dibujos de algunas espadas singulares reproducidas en la Fábrica de Armas.

En 1877 abandona la Fábrica de Armas, junto con otros maestros damasquinadores de la talla de Mariano Álvarez y Dionisio Martínez, para instalarse por su cuenta, primero en la plaza de Zocodover, 6, en un establecimiento donde, según se lee en los anuncios publicitarios de la prensa de la época, “se hacen toda clase de objetos de bisutería de hierro y acero damasquinado”[2], pero pronto se muda a un local más amplio, en la calle del Comercio, 39, de donde saldrían importantes encargos para la alta burguesía madrileña. Hemos conocido asimismo que Avecilla fue el autor de los cuatro grandes candelabros de tres metros de altura que adornaban la escalera imperial del Álcazar. Al igual que Mariano Álvarez, Avecilla perteneció a una de las más activas intituciones artísticas toledanas, el Casino de Artistas e Industriales.

Como consumado miniaturista realizó unos facsímiles de antiguos códices musicales existentes en la catedral primada por encargo de Francisco Asenjo Barbieri, códices que están conservados en la Biblioteca Nacional. Fue precisamente el director de esta Biblioteca el que, después de ver las cubiertas de hierro repujadas, cinceladas y damasquinadas que Avecilla había construido para contener el título de marqués del general Eduardo Fernández de San Román, en 1881 encargó a nuestro artista una de sus obras más celebradas, las tapas para el codicilo de Isabel la Católica. Como era costumbre, antes de entregar la obra los toledanos pudieron admirarlas en el escaparate del establecimiento del platero Claudio Vegué, siendo después expuestas en Madrid, en el escaparate de la librería Murillo, en la callé Alcalá, 6[3]. Debieron de causar una buenísima impresión, pues todavía un año después la prensa madrileña se acuerda de este y otros “trabajos de repujado en hierro que ejecuta el Sr. D. Críspulo Avecilla, antiguo grabador y cincelador de la fábrica de armas de Toledo, y establecido hoy por su cuenta en aquella ciudad”[4]. Repujadas y caladas, con incrustaciones de oro y de plata, representan, en una de sus caras, el busto de Isabel en tres cuartos dentro de una cartela, entre dos amorcillos con el yugo y las flechas en las manos, flanqueados a su vez por aves del paraíso. Un primer campo decorartivo en torno al cartouche está formado por arabescos y trofeos trepanados y delimitados por cintas entrecruzadas. En las esquinas destacan cuatro tondos con los bustos cincelados de los personajes más relevantes del reinado de Isabel: el cardenal Cisneros, Cristobal Colón, Gonzalo Fernández de Córdoba y el fraile poeta Íñigo de Mendoza. La otra tapa presenta una decoración similar, con la típica decoración renacentista compuesta por rinceaux, bichas y grutescos, de la que sobresale en el centro el escudo de Isabel la Católica, al que acompañan de nuevo cuatro medallones con las efigies del confesor de la reina, Diego de Daza, del arquitecto Juan Guas, del humanista y gramático Juan de Neblija, y de Beatriz Galindo, escritora y maestra de latín de lsabel y sus hijos.

 

[1] La Época, 19-11-1858.

[2] El Nuevo Ateneo, 15-2-1879.

[3] El Liberal, 16-3-1881.

[4] Diario oficial de avisos de Madrid, 18-6-1882.